(Bolívar Don Juanesco)
Bolívar y Bernardina Ibañez |
De la Melindrosa a Manuelita.
El 7 de agosto de 1.819 Bolívar triunfó en Boyacá, que había tenido por prólogo los importantes combates de Gámeza y Pantano de Vargas. Estos triunfos le abrieron las puertas del Sur que luego se cristalizaría en Pichincha, Junín y Ayacucho.
Dos días después de la victoria de Boyacá, el Libertador llega a Bogotá. En fecha posterior regresa a Venezuela. Se unen Venezuela y la Nueva Granada fundándose así la República de Colombia, mejor conocida como “La Gran Colombia” y que tuvo una duración antes de desintegrarse, de diez años. Bolívar ocupó la Presidencia todo ese tiempo. Se escogió como capital de la nueva República y sede del despacho presidencial a la ciudad de Bogotá.
Bolívar después de Boyacá hace su entrada triunfal en Bogotá y durante su estada incluyendo la época de la Gran Colombia, conoce a una distinguida familia de apellido Ibañez, donde sobresalían varias hermanas por su belleza y hermosura, quedando Bolívar al verlas y tratarlas prendidamente enamorado de una de ellas, la señorita Bernardina Ibañez, a quien bautizó como la “Melindrosa”.
El general París, anotaba en su “Diario”, a los dos días de haber entrado en Bogotá, lo siguiente: Bolívar es muy popular entre las damas; pero él sólo le hace sus fiestas a Bernardina Ibañez. Pero la bella Neogranadina que merecía tan excepcional preferencia, ya estaba enamorada del coronel Venezolano Ambrosio Plaza y casó con él poco después. Plaza murió en Carabobo al año siguiente de su matrimonio en 1.821. En 1.820 en carta de Bolívar a Santander, aparece fugazmente una pincelada de poesía y amor. Leámosla:” Qué interesante estará la sentimental Bernardina suspirando, leyendo y hablando del ingrato Plaza… Y dos meses más tarde le escribe al mismo: “Dígale Ud. muchas cosas a Bernardina y que estoy cansado de escribirle sin respuesta. Dígale que yo también soy soltero, y que gusto de ella aún más que Plaza…”Obsérvese que en este apasionado párrafo, Bolívar insinúa por segunda vez, la posibilidad de casarse. El Libertador después de la muerte de Ambrosio Plaza vuelve a cortejar a Bernardina. En enero de 1.822 le escribió desde Cali y en el sobre ponía: “Para La Melindrosa y más que melindrosa, bella Bernardina”. Es ésta una carta rebosante en grado extremo de pasión y sensualidad. En otra carta a Santander, en 1.824 la vuelve a recordar pero ahora la llama: Doña Bernardina. Es que ya estaba definitivamente fuera de su vida .Por extraño contraste Bernardina, casó en segundas nupcias con el Dr. Florentino González quien participó en la conjura que intentó en la noche septembrina asesinar al Libertador en 1.828.
Bolívar y Bernardina |
Nos diría finalmente Don Cristóbal L. Mendoza que aquella excitación superlativa de la imaginación y los sentidos que le habría provocado la bella Bernardina, se apagaría con la marcha al Sur donde esperaban al Libertador más violentas y duraderas sensaciones al calor de los atractivos y las prendas de Manuela Sáenz, quien le da todo cuanto él puede desear en una amada: El encanto de la hermosura, el ardor pasional, la fervorosa adhesión a su persona y a sus ideales. Bolívar se une a ella de un modo irrevocable y hasta el propio fin de sus días con un nexo en el cual se mezcla la pasión sexual y la atracción irresistible de sus excepcionales cualidades.
Es interesante saber que la gran prensa y los esclarecidos escritores de los siglos XVIII y XIX recogieron en sus trabajos la vida heroica de Bolívar, con sus victorias y reveses, después de las batallas de Pichincha y Bomboná en la mañana del 16 de junio de 1.822 hizo su entrada triunfal en la ciudad de Quito, capital de la actual República de Ecuador, el Libertador Simón Bolívar , hecho que fue publicitado a grandes titulares por los medios de comunicación social de la época y que los grandes periódicos de los países americanos y del mundo lo tomaron para darlo a conocer.
Entre estos escritores escogimos al periodista, polígrafo y poeta parnasiano colombiano Cornelio Hispano (1.880 – 1.962), seudónimo de Ismael López, quien vivió y dirigió en Caracas “El Diario de Bucaramanga”, donde expuso la siguiente recopilación:
Cuando el Libertador hizo su entrada triunfal a Quito, la ciudad estaba de gala: Arcos, banderas, festones, trofeos, hacían por las calles que debían ver pasar al vencedor. En las afueras de la ciudad, bajo lujosa tienda de campaña, se le sirvió al héroe. Desembocaba a la plaza principal la cabalgata, cuando Bolívar sintió caer sobre su cabeza una magnífica corona de laurel y olivo adornada con cintas de colores; levantó la mirada al balcón desde el cual se la habían arrojado y vio una hermosa dama que con el fulgor de sus ojos negros hizo bajar los suyos, acostumbrados a mirar de frente el peligro, la muerte y la gloria. A las puertas del Cabildo doce bellísimas niñas, vestidas de blanco, coronadas de rosas, depositaron en las sienes de Bolívar una corona de laurel. Por la noche se le ofreció un suntuoso baile.
La Coronela Manuela Sáenz hoy Generala Post Mortem del Ejercito Bolivariano de Venezuela |
--La Señora Manuela Sáenz de Thorne — dijo Don Juan Larrea al presentar una dama al Libertador.
Este reconoció en la presentada a la bellísima mujer de los ojos negros que le había arrojado la corona desde el balcón de una de las casas de la plaza.
Aquella dama se había de llamar después, para los contemporáneos “Manuelita la Bella”, y para la historia “La Libertadora”. Manuelita fue la más afortunada de las queridas de Bolívar la que compartió su lecho por más largo tiempo, la que más disfruto de su confianza. Ella fue la brillante compañera de los días de gloria y la fiel compañera de los días de desgracia; dos veces salvó la vida de su amante y, cuando él murió, se retiró a una lejana playa del océano Pacifico (Paita) donde hasta en su fresca ancianidad rindió culto a su memoria”.
Bolívar y la Gloriosa.
Es casi imposible en este limitado espacio que podamos recoger los nombres y números de mujeres que compartieron con Bolívar, su anecdotaria vida romántica.
Ya en la postrimería de su corta vida, se le conoce a Bolívar una bella joven que va a activar su desgastado motor sensual y cerrar con broche de oro sus líricos y emotivos episodios amorosos. Esa hermosa fémina fue la guayaquileña Joaquina Garaycoa”La Gloriosa”.
Enfoquemos fugazmente la actuación protagónica y pasional de esta memorable dama.
Cuando la esbelta guayaquileña Simona Joaquina Garaycoa durante sus intercambios sentimentales con el libertador, bien en forma personal o epistolar, siempre lo llamó “Mi Glorioso” y a su vez Bolívar le respondía a ella con el cariñoso apelativo de “La Gloriosa”.
Ya rumbo Bolívar a Santa Marta recibe una carta fechada en Guayaquil, de su fiel y consecuente admiradora, la señora Joaquina Garaycoa;”Que es un bálsamo derramado por las puras manos de la mujer apasionada sobre las heridas sangrantes. Veamos entonces fragmentos de la carta:
“Mi Glorioso”: Yo estoy fuera de mi, me aflijo, me espanto, no me entiendo cuando considero que Ud. estará ya fuera de Colombia…
No hay palabras que transmitan mis sentimientos hacia mi Libertador, el Padre de Colombia… Yo me reanimo al considerar que siempre tengo a Ud. en mi corazón… Dígnese Ud. recibir las consideraciones de mi madre y de cada uno de ésta su casa, el respeto ilimitado… y las más cordiales aficiones de su invariable admiradora que tiene la gloria de suscribirse con los grandes títulos que Ud. mismo le dió en su generosidad.
Firma Gloriosa Simona Joaquina Trinidad… y Bolívar
Llama la atención que doña Joaquina le añadía al final de sus propios nombres el apellido: y Bolívar.
El libertador respondió a esta última carta de Joaquina , manifestándole su desinteresado afecto y al despedirse de ella, le envía un “Tierno Adiós” exteriorizando así sus sentimientos a distancia en esta poética epístola; y como Dante dice de ella lo que no se había dicho de mujer alguna: El amor divino, el amor universal por todas las criaturas, el amor que mueve el Sol y las demás estrellas y finalmente, dejar entrever que la “Gloriosa” no es la hembra cuya posesión se desea, es Beatriz que lo convida a pasearse juntos por las regiones celestiales del amor ideal, al platónico.
Emmanuel P. Gonzalez Espinal
emplugones@hotmail.com
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