jueves, 14 de febrero de 2013

El Fascismo (parte II). ¿Cómo definirlo?




Emmanuel P. González Espinal

          Es del todo conocido, con la excepción de los partidos marxistas, que la  mayoría de los movimientos políticos  que han salido a las arenas de las luchas sociales y de las contiendas electorales, tanto en Venezuela como en otras partes del orbe, carecieron y carecen de una ideología definida, de un sistema ideológico, ya que sus fundadores y teóricos  jamás han elaborado un estudio filosófico, coherente, sistemático y menos científicos de sus doctrinas.  Señalábamos entre ellas al fascismo, cuya forma de gobierno  se mantuvo en las alturas del poder y también mantuvo de sobresalto al mundo durante casi un cuarto de siglo (1922-1945).

     Al no presentar el fascismo una doctrina sistemática y coherente determinó que las finalidades de los estados fascistas que se establecieron en Italia, Alemania, España y otros países, no fueran comunes ni idénticos. De allí lo difícil de englobar una definición que concretara su sistema ideológico.
     En uno de sus tantos discursos, Benito Mussolini trató de definirlo. “El fascismo es ante todo valor, intrepidez; amor al peligro, repugnancia por el pancismo cómodo y por el pacifismo cobarde”. Analizando a simple vista esta definición observamos que no se necesita ser un científico social o un politólogo  para darse cuenta que el Duce nada dice en su oratoria. Es más, en dicha expresión no hay ni el menor principio que conforme una teoría política.

     En la actual contienda electoral cuando el dirigente de la oposición de apellido D’Lima después de brincar la talanquera,  dio a conocer el programa retrógrado de la MUD conocido como el “paquetazo”, de inmediato a muchos  líderes de la izquierda revolucionaria le llegué a escuchar lo siguiente:  “… estamos ante un peligroso renacimiento del fascismo, pero es inevitable ante el empuje del neoliberalismo…”

     Comentamos. En realidad, el fascismo rechaza  y desprecia todas las  fórmulas demoliberales de laissez faire en la economía y en la ética, porque esta doctrina arruinan al Estado y enaltecen al individuo.  El liberalismo en todas sus formas es una doctrina política  eminentemente individualista, que sacrifica  al Estado en aras del individuo. En cambio el fascismo es por sobre todas las cosas antiindividualista y por consiguiente antiliberal  porque exalta la hegemonía del Estado y minimiza al individuo a la nada.

     En 1982 el finado periodista y escritor Carlos Rangel en su obra “El tercermundismo” señaló:  “…No es posible percibir que el socialismo marxista-leninista y el fascismo no eran (y no son) contrarios esenciales y polos antagónicos, como ellos mismos tal vez creyeron y en todo caso se empeñaron en hacer creer”.
Comentamos. Aunque en Alemania el fascismo para encubrirse se hizo llamar nacional-socialista, en la realidad fue un régimen profundamente antisocialista. Además esa corriente política representa (tó) una  posición filosófica que comulga más bien con el irracionalismo,  ya que cree que los hombres y los pueblos se mueven más por el sentimiento y la intuición que por la razón y de allí su hostilidad  a las ideas socialistas, ya que si alguna cosa hay que admitir del comunismo, por lo menos en teoría, es que es racionalista. A más de esto encontramos otro elemento importante que los diferencian, el económico. El régimen económico que imperó en los estados fascistas no fue socialista sino capitalista. Benito Mussolini  proclamó:  “Nosotros  afirmamos que es ahora cuando comienza el capitalismo”. Además mientras las organizaciones capitalistas se fundan en la propiedad privada capitalista de los medios de producción,  los regímenes socialistas, en cualesquiera de sus manifestaciones, buscan la transformación de la propiedad privada de los instrumentos de producción en propiedad colectiva. Asimismo las formas de gobiernos fascistas tuvieron como ideal supremo la exaltación  y  glorificación del  Estado-poder, mientras que el fin último de la teoría comunista es la desaparición del Estado.

     Los gobiernos fascistas en todas las épocas; son antidemocráticos porque se mantienen bajo la férula del terror, rompiendo con todas las reglas de la democracia (supresión de la libertad de expresión, de circulación, sindical,  de votar libremente y otros.). También son anticristianos, por lo menos en la versión que se dio en la Alemania nazi, quienes se apoyaron en la eugenesia propagando la desigualdad biológica e intelectual de los hombres y el racismo, rechazando el principio cristiano y democrático que consideran a los hombres  semejantes e iguales ante Dios. Es antiparlamentario porque  no hay en este tipo de gobierno representaciones populares a las cámaras legislativas. La potestad de legislar le corresponde al  Dictador, llámese el Duce, el Fuhrer o el Caudillo.

 En conclusión, el fascismo se caracterizó por ser un régimen antiliberal, antisocialista, antidemocrático, anticristiano y antiparlamentario. De allí que para saber lo que es el fascismo, y por todos estos anti, deberíamos definirlo más bien por lo que no es, o mejor , por su aversión obsesiva.

emplugones@hotmail.com

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