jueves, 27 de enero de 2011

14 de Septiembre, “Día de Barquisimeto”


Fue ese vil metal, el oro, y ese deseo de obtener riqueza fácil por parte de los conquistadores españoles lo que sirvió de señuelo para atraer al osado capitán Juan de Villegas a la aurífera región de Buría e hizo factible la fundación de Nueva Segovia, posiblemente en la segunda quincena del mes de mayo de1.552. El 29 de abril de ese mismo año, Don Juan de Villegas le escribe al Rey de España desde la Ciudad Madre “El Tocuyo”, que en los próximos diez días partiría a fundar  la “Nueva ciudad de Segovia y a descubrir muy ricas minas de  oro o lo que parece…“

     Hay evidencia que nos dice que el 17 de junio ya existía Nueva Segovia. Por esta y otras razones, el historiador y cronista de Barquisimeto Don Ramón Querales es partidario de trasladar el día de nuestra ciudad, el 14 de Septiembre, fecha que data de los primeros repartimientos y encomiendas y tomado por  nuestra municipalidad como “ Día de Barquisimeto “, para el 28 de Mayo, natalicio de nuestro Héroe Epónimo General Jacinto Lara, pues además  de ser esta última fecha más coincidente con la fundación de Barquisimeto, le permitiría a las autoridades competentes eliminar  un día de asueto.

     A posteriori,  la novísima ciudad tuvo más de cuatro asentamientos y modifica su nombre por el de  “ Nueva Segovia de Barquisimeto “; sus pobladores abandonan la economía minera por la agricultura animal y la agricultura vegetal y con el correr de los años fortalece su desarrollo y su estructura como ciudad.


     Para comienzos del siglo XIX, Barquisimeto tenía seis calles anchas  y rectas, empedradas y con aceras de lajas en sentido oeste-este (W-E) y en la dirección norte-sur sus calles eran las siguientes: la Calle Comercio (actual Av. 20), la Calle Real (hoy Carrera 19), la de los Isleños, la del Puente, la Paz y finalmente la calle Obispo Villarroel  (hoy carrera 15 entre calles 25 y 26). En esta última hoy en día está ubicada una de las más grandes instituciones culturales de Venezuela y de mi más grata recordación, el “Museo de Barquisimeto”, lugar en el cual se dio el encuentro armado donde perdió la vida el legendario y discutible Tirano Aguirre, opinión esta señalada por  la tradición y reforzada a su vez por la del insigne investigador de nuestra historia ya fallecido, el Hermano Nectario María.


     Dentro de los espacios del Museo de Barquisimeto funcionaba desde la década de los años 90 y hasta comienzos del nuevo siglo “La Peña del Barquisimeto de ayer”, la cual se nutría con la presencia de distinguidos invitados conocedores   de los valederos personajes de la región, de las tradiciones y costumbres del Barquisimeto de ayer y, en general, sabedores  de todo lo que encierra la cotidianidad de esta ciudad crepuscular.


      Cabe destacar que, en el mes de diciembre de 1.994 y para cerrar con broche de oro nuestras tertulias, tuvimos como invitado especial al ya finado intelectual larense Don Salvador Garmendia, quien en esa oportunidad nos habló sobre los “Espantos y Aparecidos”. Durante esa inolvidable   y maravillosa disertación que  se desplazaba entre lo serio y lo jocoso como él sabía hacerlo, Salvador nos ratificó el sitio señalado por el historiador Nectario María como el lugar en el cual  mataron al Tirano Aguirre, es decir, el sitio en donde funciona actualmente el Museo de Barquisimeto expresando además que el fantasma del Tirano Aguirre deambulaba siempre en las lóbregas noches por los pasillos del museo, palabras estas que erizaron la piel a muchos de los contertulios y, de manera especial, a los vigilantes quienes a partir de ese día y por un tiempo se negaron a cumplir las guardias nocturnas.


     El poeta, historiador y actual cronista de Barquisimeto rechaza la anterior versión. El encuentro armado en  donde perdió  la vida el Tirano Aguirre, dice Don Ramón Querales, fue en la confluencia de los ríos Turbio y Claro.


Prof. Emmanuel P. González Espinal

emplugones@hotmail.com



Se acabo la Bovera


Boves y la guerra social...

La guerra social iniciada por el Capitán Domingo Monteverde durante la Primera República, continuó sin dirección y coordinación alguna. Los llaneros quienes eran los más aguerridos combatientes esperaban con ansiedad un “Taita” que los guiara en sus acciones bélicas, apareciéndose como caído del cielo el temerario José Tomás Boves quien luego se convertiría en el espanto suelto de las sabanas y quien junto a sus llaneros se movían como legiones de demonios que destruían y daban muerte a todo enemigo que encontraban a su paso.

Boves hace su entrada triunfal a Caracas con una actitud abierta y descarada contra España, tanto así que, no reconoció al Capitán General Juan Manuel de Cajigal quien era un militar de carrera  y su jefe inmediato superior.

Desde el momento en que el asturiano pisa el suelo caraqueño lleva a efecto su política de igualdad social. Los zambos, negros e indios gobernaban de hecho, ocupando en el gobierno revolucionario de Boves los mejores cargos. La aristocracia caraqueña bajaba la cerviz al paso de quienes antes eran sus esclavos.

Por otro lado, el riesgo inminente que corrían los blancos con los triunfos avasallantes de José Tomás y su ejército de desarropados, condujo a un entendimiento entre los criollos mantuanos y los blancos peninsulares pues veían claro que el Taita  tenía como propósito el exterminar a toda la “raza” blanca. Por tal motivo  buscaron de inmediato comunicarse con el Rey de España para que detuviera las devastadoras acciones del asturiano. El monarca decidió enviar pronto una expedición para pacificar a los “realistas” llaneros.

La Flota de Guerra al mando del Mariscal de Campo Pablo Morillo que estaba destinada para someter a los patriotas argentinos, la desviaron hacia nuestro país, ya que era preferible someter a los supuestos realistas de Boves por el peligro social  que representaban que combatir a los insurrectos rioplatenses. El General español Pablo Morillo, héroe de la guerra con Napoleón Bonaparte, llega a nuestras costas en abril de 1.815, es decir, 4 meses después de la muerte de Boves en la batalla de Urica. Este hecho impidió el esperado enfrentamiento Morillo y José Tomás.




Se acabó la Bovera.-


En la época de mi niñez, cuando estudiaba en la única escuela graduada de varones que existía en la población de Yaritagua- estado Yaracuy, la escuela “Cedeño”, mis maestros en sus clases anecdóticas  y quizás  sin bases documentales, nos deleitaban dramatizando la muerte de Boves junto al encuentro armado que se dio un 5 de diciembre de 1.814 en el campo de Urica en Barcelona, Estado Anzoátegui entre las fuerzas patriotas dirigidas por Ribas y Bermúdez, acompañados también, entre otros, por Monagas, Cedeño y Zaraza y las fuerzas “realistas” integradas por Boves y sus llaneros. Nuestros mentores, siempre con la aguda imaginación que  los acompañaba, nos contaban que entre las filas patriotas se destacaba un valiente soldado guariqueño de nombre Pedro Zaraza, quien tomó la iniciativa personal de retar de hombre a hombre al terrible Boves. José Tomás, como era de esperarse, aceptó el reto citándose ambos a un paraje del campo de batalla lejos del resto de las tropas. Los aguerridos llaneros se midieron frente a frente y entonces Zaraza llevando la voz cantante, le gritó a José Tomás: - “¡Hasta aquí llegó esto; o se acaba la Zaracera o se acaba la Bovera!”.  En el duro combate, el guariqueño Pedro Zaraza le asestó a Boves un certero lanzazo que puso fin a su vida  y a su intrépida carrera.
Sin duda alguna, y como escribiría un poeta gaucho: “Eran dos hombres de pelo en el pecho como no pare otra madre y los hombres machos pelean, no hablan”.

Volviendo a la realidad, José Tomás, aún después de muerto como el Cid Campeador, derrotó a las fuerzas patriotas y ganó entonces, la batalla de Urica.

Los soldados de Boves desmoralizados por la muerte de su adalid a quien creían invencible e inmortal no reconocieron a sus nuevos jefes realistas, tales como Morales, Cajigal y menos a Pablo Morillo pues no llenaban sus aspiraciones ni tenían los objetivos que los llevaron a participar en esta guerra. Por esta razón desertaron y buscaron una nueva figura paternal que, en sentido figurado podríamos decir, se reencarnó en José Antonio Páez, convirtiéndose éste en el nuevo “Taita” de los llaneros en armas; pero en esta ocasión en favor de nuestra Independencia.

Consideraciones finales.-    Llamar realista a Boves, quien tuvo una actitud abierta y descarada contra España, llamar realista al subalterno que no reconoció como superior al mismísimo Capitán General don Juan Manuel de Cajigal, calificar de realista  a la obra de Boves que invirtió la pirámide social de Venezuela y quien fue el verdadero libertador de los esclavos  constituyendo además un gobierno cuyo contenido de clase no ha encontrado paralelo en la historia de la América morena, es simplemente una interpretación pérfida de nuestra historia. Y, si en algún momento estuvo al lado del rey, únicamente fue por consideraciones tácticas.

Al luchar bajos las órdenes de Boves, la masa popular que integraban los pardos, negros e indios, lo hacían impelidos por el odio y la desconfianza que inspiraba el blanco criollo. El general Rafael Urdaneta, en retirada hacia occidente en los aciagos días de 1.814, se lamenta en una correspondencia, de que fuesen los mismos venezolanos organizados en grupos armados los que lo hostilicen y le hagan más penosa la marcha.¿ Y  qué otra respuesta podía obtenerse de estos desharrapados, si durante los tres siglos de vida colonial, su color y su porción económica fue siempre una marca perenne de inferioridad? ¿Cómo entonces, las fuerzas populares iban a sumarse a un movimiento promovido por sus opresores? Imposible, históricamente imposible. Boves les inspiraba confianza y amor  con el cual hacían la guerra. Además, les reconoció sus méritos en el campo de batalla, les repartió tierras y  ofreció entregarles las riquezas materiales de los oligarcas. Muerto Boves, Páez hizo suya la bandera agraria y al hacerle los mismos ofrecimientos del caudillo   asturiano, los incorpora definitivamente a la causa de la emancipación.

Después de diez años de lucha el enemigo fue abatido en Carabobo. A las fuerzas populares se les debió en gran parte el triunfo definitivo de la Independencia. Con lo único que tenían, su sangre, regaron el suelo patrio aunque sus sacrificios no fueron recompensados.  En vano intentará el Libertador completar la obra de la Revolución encarándosele al problema de la tierra;  los intereses de los criollos terratenientes podrán más que las leyes y el noble pensamiento que las inspira. En efecto, con el propósito de traducir los ofrecimientos que Páez había hecho a los antiguos soldados de Boves, en hechos cumplidos, Bolívar hizo promulgar la Ley de Repartos de las Tierras en el año de 1.817. Más esta Ley jamás llegó a ejecutarse.

Terminada la guerra de emancipación, la oligarquía criolla se encaramó en el poder y mantuvo a raya de las actividades políticas a la masa popular por medio de Constituciones Censitarias, donde el hecho de ser trabajador doméstico o sirviente,  como ellos lo llamaban, los incapacitaba como  ciudadanos. Para elegir y ser elegidos debían estar casados o ser mayores de veintiún años, saber leer y escribir, poseer una propiedad y una profesión que produjera suficiente dinero, entre otros.

Páez el gran llanero, olvidando su humilde origen, se convierte en el mejor intérprete de la reacción.  Compra los “Bonos de Guerra” que el Estado les había otorgado a sus  soldados a precio de gallina flaca y llega a ser uno de los hombres más ricos de la Venezuela de su tiempo. Y entonces lo único que se consiguió en esta dura lucha, fue un cambio en el orden político, “la tiranía doméstica”.

Hay un momento en el que parece que las masas populares se van a incorporar en forma definitiva a la vida política de la Nación, guiada por ese notable caudillo que fue Ezequiel Zamora; pero la misteriosa muerte de éste y el claudicante pacto que los dirigentes de la Revolución Federal firman en Coche, frustran y burlan las aspiraciones de las masas oprimidas.
Y así siguieron los oligarcas al frente de los destinos de Venezuela ahogando cualquier intento de reivindicación del pueblo. Y así pensaban permanecer hasta nuestros días.


Emmanuel P. González Espinal


emplugones@hotmail.com





miércoles, 26 de enero de 2011

Jose Tomas Boves ¿Héroe o Villano?


Boves, Guardajumo y Jacinto Lara


Leyendo las noticias atrasadas en los periódicos que me suministra el vecino, me llamó la atención la columna “Film y Cine Nacional” que trajo el diario caraqueño Ultimas Noticias los días 25 y 27 de agosto de 2.010, donde señalan la puesta en cartelera de la película venezolana de Luis Alberto Lamata “Taita Boves” basada en el libro Boves el Urogallo, historia novelada  del finado  médico psiquiatra e historiador Francisco Herrera Luque. La cinta cinematográfica se estrenó  en Caracas, Maracay y Valencia y próximamente se exhibirá en otras ciudades del país.
     Como a la oportunidad la pintan calva, de inmediato salí a revisar mis apuntes de clases y las grabaciones  de mi programa radial “Un momento con la Historia”, el cual se ha mantenido en el aire de lunes a viernes por casi 10 años en la ciudad de Barquisimeto, para luego sintetizar  ese material y transformarlo en trabajos periodísticos. Veamos uno de ellos.
     José Tomas Bobes Iglesias (con b labial, larga, según su Fe de Bautismo) nació el 18 de febrero de 1782 en Oviedo, capital de la actual comunidad autónoma uniprovincial de Asturias-España, hijo de padres muy humildes de nombres Manuel Bobes y Manuela Iglesias. Cuando tenía 5 años muere su padre y su madre hizo hasta lo imposible para levantar al pequeño José Tomás y a sus otros dos hijos. A los 16 años José Tomás obtiene el título de Licenciado en Ciencias Náuticas con brillantes notas, haciendo honor así al sacrificio de doña Manuela. De inmediato comienza a trabajar en la marina mercante navegando por el Mediterráneo. Allí se pierde su rastro y luego aparece en Venezuela sin saberse cuándo y cómo llegó, aunque el historiador venezolano Felipe Larrazábal nos dice que ya se conocían  sus andanzas en nuestro país en los años 1.808 y 1.809 ejerciendo el comercio de contrabando y la piratería. Por supuesto que esto no puede parecernos inverosímil, puesto que el asturiano poseía también el clásico carácter español que se traduce  o repartía entre lo legal y lo prohibido, entre lo bueno y lo malo, entre la bondad, el engaño y la tracalería. En fin, lo mejorcito que algunos venezolanos heredamos de ellos y que llamamos la “viveza criolla”.
     Ahora el amantísimo hijo de doña Manuela, el sobresaliente estudiante de las ciencias náuticas, el asturiano ejemplar se convierte de la noche a la mañana en un transgresor de la ley al ser descubierto en sus actividades ilícitas por las autoridades portuarias; fue enjuiciado y condenado a pagar su pena en el Castillo de Puerto Cabello. En fecha posterior, le cambian la pena y lo envían confinado a la ciudad de Calabozo a purgar su sentencia, bien lejos de las zonas costeras. En dicha población llanera, la lengua criolla cambia la letra “b“ labial o alta a su apellido por la “v “  labiodental o v pequeña.  Igual hicieron muchos otros españoles al llegar a nuestro territorio, entre ellos los abuelos de nuestro Libertador.
     En Calabozo, Boves se dedica al comercio permitido e instala una tienda de mercancía seca, telas y ropa. A su vez, para abastecer su tienda, viajaba al interior del llano donde negociaba  con cuero, ganado, sebo y otras utilerías que vendía en Puerto Píritu donde también se apertrechaba.
     Cuenta don Arístides Rojas que, en una de esas andanzas llaneras viniendo de Puerto Píritu, acompañado de un joven comerciante y amigo, les tocó en horas de la noche transitar por el dominio del bandolero y criminal más famoso del llano en ese entonces, el legendario Guardajumo y su pandilla de malhechores, quienes eran el azote de las sabanas del Guárico pues sembraban el espanto y el terror entre los dueños de hatos y de los mercaderes que recorrían la sabana. Guardajumo y sus forajidos asaltaron a los jóvenes negociantes quienes se defendieron con un valor inaudito, causándole bajas a los forajidos e incluso hiriendo profusamente a Guardajumo, lo cual determinó que el terrible delincuente acudiera a las armas del venado y luego se perdiera en la oscuridad de la noche.
      Interesante para los  larenses es saber que, el otro valiente comerciante y  entrañable amigo de Boves, era nada más y nada menos que el mismísimo personaje que en un futuro no muy lejano sería su adversario y que a su vez llenaría de laureles gloriosos las páginas de nuestra Historia Patria: el intrépido de Corpahuáico y nuestro héroe epónimo General Jacinto Lara.

Boves: el antiesclavista y  primer caudillo de la democracia venezolana (II)

Algunos  historiadores venezolanos y de otras latitudes han considerado, en sus análisis e interpretaciones, a nuestra gesta independentista como una guerra civil y social y, a su vez, describen  a José Tomás Boves , no como un asesino despiadado, terrorífico y diabólico, saciándose siempre en sus orgías de sangre, tal y como nos lo pintaban nuestros primeros maestros y profesores, sino que aprecian en sus acciones guerreras, un terror; pero un terror jacobino, revolucionario, de esclavos en armas contra sus opresores seculares.
      Como vemos la realidad es otra. Boves aspiraba alcanzar con su lucha  armada, entre otras cosas,  liberar a los esclavos de la servidumbre así como cambiar las estructuras económicas establecidas ocupando las tierras ociosas y destruyendo el gran latifundio. En síntesis, sus acciones sociales tuvieron marcadas características de una  revolución agraria.
     Cuando los miembros de la Academia y  sus similares, quienes  por lo general des-Morón-an nuestra historia, ven en la obra de Boves sólo sangre y desolación, es porque ya están sectorizados  y lo que expresan en sus escritos son sus sentimientos e intereses de clase; se llenan de dolor por el derramamiento de la sangre mantuana, de aquellos que ostentaban el poder económico, comportándose con gran indiferencia  ante el mayor genocidio de la humanidad  como lo fue el exterminio en el continente americano  en casi su totalidad de nuestros pueblos originarios así como el maltrato constante y permanente que llevaba a la muerte a los esclavos.
     Boves aparece en nuestra historia como un jefe realista cuando es derrotado el Capitán español Domingo Monteverde; pero, en verdad estuvo al lado del rey por consideraciones tácticas puesto que no acataba las órdenes del Capitán General. Fue tan radical en la aplicación de su “Programa Revolucionario” que, durante la eliminación sistemática de los blancos criollos y en el fiel cumplimiento de la promesa de repartir los bienes y propiedades de los mantuanos, llegó a asustar a los mismos realistas españoles. Estos hechos demostraban claramente  el contenido de clase de la revolución de Boves. “Los intereses que se recojan de esos traidores serán repartidos entre los soldados que defienden la justa y santa causa”… decía el asturiano en una circular. Con razón Juan Vicente González le hizo acreedor del título de: Primer caudillo de la democracia venezolana.-
Boves, el primer libertador de los esclavos venezolanos.-

     José Tomás Boves tuvo la audacia y la capacidad de levantar en armas a toda la esclavitud de los llanos desde Calabozo hasta las extremidades del Apure y desde los confines de Barcelona hasta Calabozo. José Tomás los hizo soldados, llegando a tener bajo su mando a más de diez mil hombres, dentro de los cuales no había más de 40 blancos entre peninsulares y criollos. En su forma de mando se aprecia un igualitarismo, los ascensos se concedían por el valor demostrado en el campo de batalla, elevando por igual a los negros, zambos, mulatos e indios de su ejército en las altas jerarquías militares.
     El “taita” Boves, como lo llamaban sus seguidores, fue marino en su país de origen. Posteriormente  en Venezuela se dedicó al contrabando y a la piratería siendo juzgado y  condenado y luego confinado a la ciudad llanera de Calabozo donde se dedicó al comercio permitido. Allí tuvo la oportunidad de estrechar lazos de amistad con los esclavos de las haciendas cercanas, con los llaneros y con la gente del pueblo en general. Es pertinente señalar que José Tomás fue tan llanero como el que más. Se confundía con su tropa, conversaba y hablaba como ellos, comía y dormía entre ellos y su ejército de indios, negros y mestizos  era toda su diversión y entretenimiento.
     Desde finales del Siglo XVIII vagaban por los llanos cuatreros armados que se dedicaban a robar ganado y mataban las reses para vender su carne, cuero y sebo. Esos hombres serían luego los soldados del ejército “realista” del asturiano y en fecha posterior, a raíz de la muerte de su líder, soldados del ejército patriota, con Páez como jefe absoluto.
     Boves y sus llaneros sentían un odio visceral hacia los blancos criollos o mantuanos. José Tomás decía que en los llanos no debía quedar un blanco porque tenía todo aquel territorio destinado para los pardos y para asegurar su retirada en caso de una derrota, pues definitivamente tenía razones suficientes para  no confiar en ellos.
Emmanuel P. González Espinal

emplugones@hotmail.com


Colón el enigmático.



Colón el enigmático.

     Cuando en mi época de docente activo y tenía como dedicación exclusiva la enseñanza de la geografía, entonces cada vez que tenía la oportunidad de parlar con mis adolescentes hijos y con muchos de mis mejores ex alumnos sobre temas relacionados con la Historia Universal, notaba con preocupación el vacío en sus conocimientos y las falsedades de los hechos históricos que le suministraban. Me di  cuenta que la técnica de estudio que manejaban era la misma que yo recibía en mi escuela tradicional: La historia memorística, carente de análisis, de comparación, de interpretación, de selección y ordenamiento psicológico de los datos proporcionados.



Conversé entonces con algunos colegas dedicados a la enseñanza de la Historia y le plante el por qué de esa situación, cuando supuestamente los egresados de los nuevos pedagógicos del país deberían estar mejor preparados y dominar técnicas más avanzadas que las nuestras . En otras palabras, la que nos enseñaron en el viejo Pedagógico de Caracas y además que hoy en día se trabaja con menos de 30 alumnos por aula, en cambio nosotros trabajábamos con 80 y más alumnos.

Como ejemplo tomé el punto del programa referente a la enigmática vida del Almirante Colón y su trascendental hallazgo, tema que se presta para desarrollar clases más dinámicas, con debates entre otros y no lo hacen.

Los mencionados compañeros de profesión me argumentaron la imposibilidad de dar clases activas ya que el programa, para esa época, era sumamente extenso (desde la aparición del hombre hasta nuestros días) y durante el año escolar se presentan muchos tropiezos tales como paros, huelgas y otros que impiden cumplir con el programa y por esa circunstancia tenían que trabajar a toda máquina y además ellos disponían tan solo de dos horas para estudiar la vida de Colón y los demás viajes de exploración conocidos como “Los Viajes Menores” que se hicieron después de la llegada del Almirante, sumándole a esto los requisitos administrativos que exigen los Departamentos y Seccionales en estos 45 minutos de clase.

     Volviendo al punto que se relaciona con el título de este modesto trabajo de recopilación e investigación, debo entonces señalar que sobre el lugar de nacimiento y el verdadero nombre del Almirante se han ocupado brillantes hombres de letras de la cual cito algunos: Don Fernando Colón, hijo del famoso explorador, con su libro “ Historia del Almirante “, además se suman Stefan  Zueing, el barón de Humboldt, el mismo Cristóbal Colón con su “Diario de Navegación” y las trece cartas a su hijo Diego; Francisco López de Gómara, Salvador de Madariaga,, Ramón Menéndez Pidal, Germán Arciniegas, Enrique Gandía Don Arturo Uslar Pietri,  y de sobre manera, Carlos Brand con su curioso libro “ El Misterioso Almirante “.

También con frecuencia la prensa mundial con sus grandes articulistas de la actualidad,  siempre traen noticias con nuevas teorías concernientes a los posibles lugares, fechas de nacimiento y nombres del Almirante. Pero mientras más investigaciones aparecen sobre este intrépido explorador, más ensordecedoras  polémicas se arman en el mundo de la Historia- Por el consiguiente la vida del Almirante está envuelta en una maraña de misterios y contradicciones.

Desde 1.492 hasta nuestros días casi dos docenas de grandes urbes europeas reclaman ser la cuna del Almirante y otras tres pretenden poseer sus restos. Hasta las mismas ciudades mediterráneas de Italia se peleaban el derecho de ser la cuna de nuestro protagonista, subsanándose al fin cuando en el archivo del Monasterio de San Esteban, en la vía Mulcento, Génova, se localizaron documentos que contenían los nombres de Doménico Colombo, Susana Fontanerosa y sus hijos Bartolomé, Diego y Cristóforo Colombo, viviendo en Génova durante los años de 1.456 a 1.490. A partir de ese descubrimiento las demás ciudades italianas le concedieron a Génova el honor de ser la cuna de Don Cristóforo Colombo.
                                                                                                          
      Por lo antes señalado, se deduce que el tema que estamos exponiendo está suficientemente debatido. Es un trabajo muy sencillo, dirigido de manera especial a los jóvenes estudiantes, no a los especialistas. Allí no se dan soluciones a los problemas planteados. El joven, debe elaborar sus propias deducciones.

     Siempre se ha dicho que no importa donde se nace, sino donde se hecha raíces o también como lo señalara el Maestro Simón Rodríguez: “Los grandes hombres no nacen cuando los dan a luz sino cuando comienzan ellos mismos a darle luz al mundo”.

     Sobre el origen italiano del Almirante siempre se han tejido dudas y una de las razones poderosas es que Colón   nunca llegó a comunicarse ni en italiano ni en sus dialectos con sus hipotéticos paisanos, según lo manifestaron sus propios hijos y demás allegados. Se carteó con muchos italianos, entre ellos Américo Vespucio y Alonso de Ojeda; pero en castellano. Incluso escribió el apellido Vespucio en un mal italiano: Vespuchi.

     La única vez que el Almirante dijo ser genovés, fue en esa institución de derecho civil, conocida como el Mayorazgo, en cuyo documento afirma en forma vacilante lo siguiente: “Siendo yo nacido en Génova”, expresión muy blandengue en un hombre experimentado en asuntos jurídicos. Además en ese Mayorazgo, declara nuestro personaje, que sus antecesores usaron siempre el apellido de Colón, así con el prefijo de.

     Muchos consideran que con este último señalamiento del Almirante,  quedan completamente descartadas las afirmaciones que sostienen que el apellido original de Don Cristóbal es el italiano Colombo. “Tales declaraciones  contradictorias, habían de constituir un rompecabezas para los historiadores encargados de hacer concordar ambas cosas, pues ni en Génova ni en toda Italia había entonces nadie llamado  de Colón”.

     Es incierto también como opinan muchos que el apellido Colón es la forma castellanizada de Colombo, porque en español no hay ninguna dificultad para pronunciar la palabra Colombo. Aquí mismo, en Barquisimeto y en muchos lugares de Venezuela el apellido Colombo abunda desde tiempo inmemorial, sin dificultad alguna en su pronunciación.

     Llama la atención también que el Almirante nunca dio demostración de afecto hacia la ciudad de Génova. Es más, como soldado peleó al lado de Francia contra Génova en la Batalla del Cabo de San Vicente, lo que hizo exclamar al historiador Salvador de Madariaga de esta manera:” ¿Qué genovés es este que en vez de servir a Génova combata contra ella? ”.

     En una oportunidad nuestro osado protagonista manifestó: “No soy el único Almirante en mi familia “. Investigaciones serias posteriores dieron con la existencia de un Almirante francés nacido en Córcega de apellido Coulon (en francés se pronuncia Colón) y posible padre del histórico navegante a  quien le enseñó los secretos del mar. Este Almirante se convirtió luego en un pirata perseguido por la justicia. Quizás esta mancha en su familia lo obligó a ocultar su origen. De ser cierta esta afirmación, el lugar de nacimiento del señor Cristóbal sería Córcega, región que también reclama su cuna.

     Tenía razón Don Salvador de Madariaga cuando decía: “Colón da a veces nombres distintos a cosas iguales y nombres iguales  a cosas distintas “y Don Fernando Colón cuando nos dijo que su padre  “tanto menos conocidos, quiso que fuera su origen y patria “. ¡Y bien que supo hacerlo!

                    ¿Cuál es el verdadero apellido del Almirante?

     El señor Cristóbal como ya lo hemos comentado nunca firmó Colón como su verdadero apellido o nombre de familia ni por equivocación y menos Colonus ni Colombo como tanto se ha especulado. Siempre se dio a conocer como el Almirante y en su ausencia algunos lo llamaban el “extranjero”. Cuando le preguntaban por qué sólo se hacía llamar el Almirante, enseguida respondía: “Pónganme ustedes el nombre que quieran,  expresión esta, que revela que el nunca utilizó su verdadero nombre.

     Para complicar más las cosas el Almirante siempre usó una  rara firma, un logogrifo. A sus hijos les ordenó en el Mayorazgo que firmaran con el susodicho logogrifo, orden que no acataron.

     El logogrifo es un triángulo doble y el hexágono es un conocido símbolo hebraico que tiene por base el llamado “Emblema de David “. De allí la posibilidad de un origen judío en nuestro personaje, y razón más que suficiente para ocultar a sus ancestros. Los Reyes Católicos no le iban a entregar la gloria del hipotético descubrimiento de América a un judío converso.


     Hasta el presente nadie ha podido descifrar el significado de dicho logogrifo. Cuentan que el día que se logre, se sabrá el nombre del “Enigmático Almirante “.

Logogrifo que  contiene la enigmática  firma de Colon.


Emmanuel P. González Espinal
emplugones@hotmail.com